
En la segunda mitad del siglo IX a.C. la ciudad fenicia de Tiro, en la actual costa de Líbano, uno de los centros portuarios más importantes de la antigí¼edad, inició su expansión marítima por el Mediterráneo, poniendo en marcha una empresa comercial y colonial sin precedentes, que propició importantes cambios históricos.
Los fenicios fueron un pueblo de lengua semítica (emparentada con el árabe y el hebreo) que se desarrolló en la franja costera oriental del Mediterráneo entre Líbano y Siria. Pese a que tenían una literatura propia, se perdió por completo ya en la antigí¼edad. Lo que no deja de ser una ironía, ya que fueron ellos quienes crearon el alfabeto moderno y lo difundieron por el ámbito del Mediterráneo Oriental. Ello fue debido a que la mayoría de sus escritos se realizaron en frágiles papiros, que con el paso de los siglos se deterioraron y perdieron, de manera que cuanto conocemos de los fenicios lo debemos a las crónicas, tendenciosas, de sus enemigos.
Fenicia quedaba ubicada en un punto geoestratégico, entre la zona de influencia de la Alta Mesopotámica y Egipto, cuando el centro del mundo civilizado se centraba en estas dos regiones. Los fenicios propagaron ideas, mitos y conocimientos de los poderosos mundos, egipcio, asirios y babilonio – en lo que hoy es Siria e Iraq- hacia los lugares del Egeo con los que comerciaban. Aquellas ideas contribuyeron a alumbrar un renacimiento cultural en Grecia, y con la creación de sus colonias en el Mediterráneo central y occidental, condujeron al nacimiento de la civilización occidental; pues, la red comercial fenicia fue un puente cultural entre los extremos del Mediterráneo, fueron durante siglos los grandes intermediarios de la Antigí¼edad, no sólo mercantiles, sino también de ideas, de tecnología, etc.
Los fenicios siempre tuvieron una especial relación con el mar, pues el Mediterráneo fue el gran escenario de este pueblo de navegantes y mercaderes. Por encima de cualquier otra cosa, fueron unos magníficos navegantes, conocedores de la posición fija de la Estrella Polar, comúnmente llamada "estrella fenicia", que les permitió navegar de noche. Inventaron algunas técnicas marinas fundamentales, como la quilla y el espolón o el procedimiento de calafatear con betún las juntas de madera de barcos. Conocían asimismo la vela orientable y el remo timonel doble, que permitían maniobrar y girar con gran rapidez. Gracias a estas técnicas pudieron emprender largas expediciones marítimas, sobre todo durante la primera mitad del I milenio a.C.
También fue un pueblo muy religioso y supersticioso. No es, pues, de extrañar que, además de instalar formas de caballos y ojos como amuleto protector en sus proas, las naves fenicias portaran una enseña consistente en un asta con un globo y una media luna, símbolo de la diosa Astarté, así como otros ornamentos religiosos. La razón residía en procurarse la protección divina antes de enfrentarse a los peligrosos mares.
A finales del siglo IX a.C., los fenicios de Tiro y Sidón llevaron a acabo una impresionante expansión colonial por mar más allá de los horizontes conocidos, cuyas metas fueron las regiones del Mediterráneo centro-occidental: Malta, el norte de ífrica, Sicilia, Cerdeña y la Península Ibérica. Recorrieron así toda la cuenca mediterránea, desde sus costas orientales hasta el estrecho de Gibraltar, las columnas de Hércules, los confines del mundo conocido, y se adentraron incluso en las aguas del Atlántico, tanto en dirección norte, por las costas portuguesas, como hacia el sur, por el actual Marruecos. Dentro del marco general de la expansión fenicia, la Península Ibérica desempeñó un papel de extraordinaria relevancia, que ha sido puesto de relieve en toda su importancia por las recientes investigaciones arqueológicas de los últimos decenios.
La evidencia arqueológica y las dataciones por Carbono 14 sitúan la llegada de los fenicios a Occidente entre 810 y 750 a.C., es decir, aproximadamente por las mismas fechas en que la historiografía clásica grecolatina sitúa la fundación de Cartago (814 a.C.). Hasta el momento, los vestigios más antiguos que se conocen de la presencia fenica en Occidente proceden de cuatro establecimientos comerciales ubicados en lugares estratégicos en las rutas de navegación hacia el Atlántico: Cartago, en la bahía de Túnez; Morro de Mezquitilla, en la ensenada de Vélez - Málaga; Castillo de Doña Blanca, en la había de Cádiz, y la colonia de Sulcis, en el suroeste de Cerdeña.
Los últimos descubrimientos arqueológicos revelan una importante concentración de colonias fenicias en el tramo litoral comprendido entre el estrecho de Gibraltar y Alicante, y de forma especial entre las costas de Málaga y Granada, siendo la ensenada de Vélez una de las zonas de mayor interés. Según los testimonios arqueológicos, la expansión colonial fenicia fue gradual y bastante regular. Con la fundación, hacia el 800 a.C., de la colonia de Morro de Mezquitilla se inauguró un modelo de asentamiento colonial que se reproduciría en casi todas las colonias entre 750 y 550 a.C., como Toscanos, Chorreras, Almuñécar, Cerro del Villar (Málaga), Abdera, Montilla y Villaricos.
Morro de Mezquitilla supuso la base del poblamiento fenicio en la costa de Vélez, lamentablemente no se conoce el nombre fenicio de esta colonia. Era un centro urbano portuario, con embarcadero en la ladera occidental, y una escala obligada en la ruta naval hacia el Atlántico. En su primera fase de ocupación se vincula con un modesto emplazamiento en la ladera occidental de la colonia, entre el puerto (una pequeña ensenada marítima al suroeste del promontorio) y la cima del cerro. De este primer establecimiento se han conservado vestigios de casas de madera y, a las afueras, un barrio de talleres y hornos metalúrgicos, orientados hacia el mar y dedicados a la elaboración de objetos de hierro, que entran por primera vez en la Península Ibérica, lo que nos indica el carácter industrial y comercial en los inicios de la colonización. A finales de la mitad del siglo VIII a.C. es ya un importante centro urbano con un crecimiento económico espectacular, pues la colonia pasó a ocupar casi toda la superficie de la colina y se levantaron numerosos edificios articulados por una red de calles. Las nuevas viviendas eran más sólidas y sofisticadas, con formas rectangulares y construidas con paredes de ladrillos de adobe revocadas con arcilla, erigidas sobre sólidos zócalos de piedra. Se trata de una técnica arquitectónica típicamente oriental, en la que predominan los techos planos y los altillos y sótanos, que aún hoy se conservan en muchas zonas del Próximo Oriente asiático.
La calidad y superficie de algunas de estas construcciones domestican advierten de la presencia de personajes de alto nivel social, de prósperos mercaderes y comerciantes, que debieron de enriquecerse gracias al comercio con las comunidades indígenas del interior y hacían ostentación de su opulencia mediante lujosas residencias en las colonias y sepulturas fastuosas.
En la segunda mitad del siglo VIII a.C. se produce una auténtica expansión colonial en las costas de Andalucía, de forma destacada en la franja comprendida entre Málaga y Almería, que aparecerá ocupada por una serie de establecimientos de diversa entidad. Pero será sobre todo en la zona de Málaga y, de forma especialmente, en las costas de Vélez, donde se registre la mayor concentración de asentamientos fenicios de época arcaica de todo el Mediterráneo occidental. Este territorio costero es uno de los mejores conocidos y explorados de la Península, gracias a las investigaciones iniciadas por el Instituto Arqueológico Alemán y, más recientemente, por el Dpto de Arqueología del Ayuntamiento de Vélez - Málaga. Ello significa que los datos arqueológicos obtenidos en esta zona pueden reflejar una situación mucho más cercana a la realidad que los procedentes de otras regiones de Occidente.
Sobre el año 750 a.C. se crea el centro urbano de Las Chorreras, unos 700 m al este de Morro, y años más tarde el de Toscanos en la actual desembocadura del río Vélez. Se establecieron estratégicamente en los valles de los ríos Vélez y Algarrobo, con una población poco numerosa, dedicada a la obtención de materias primas y actividades comerciales, sirviendo al mismo tiempo como puntos de escala en el entorno del estrecho de Gibraltar, en la navegación hacia zonas atlánticas.
Colonización fenicia en la Axarquía (Algarrobo)
El yacimiento de Las Chorreras es un promontorio inmediato al mar, con una vida aproximada entre los 75 y los 50 años. En este asentamiento, vinculado directamente con Morro de Mezquitilla, recientes investigaciones han permitido conocer mejor su densidad constructiva, de más de 6 hectáreas de superficie ocupada, a diferencia de Morro de Mezquitilla que no alcanzó las 2 ha. de superficie, lo que lo convierte en uno de los centros urbanos más grande del siglo VIII a.C. de la Península Ibérica.
Yacimiento de las Chorreras
Este centro urbano se desarrolla en las laderas meridionales de una colina, por lo que la ciudad crece de forma escalonada, adaptándose a las vicisitudes del terreno. En la zona meridional, la más próxima al mar, el hábitat se organiza con la erección de una serie de viviendas agrupadas a partir de una calle que se convierte en el eje de distribución. Se ha documentado un edificio que por sus características físicas y destacada presencia de ánforas, así como por la existencia de molinos de piedra, ha sido vinculado con un probable almacén, centro productor agrícola y distribuidor de los productos. Sobresale la presencia de varias viviendas de grandes dimensiones, una de ellas de más de 200 metros cuadrados. Su complejidad edilicia, pues se construyen de forma escalonada, las considerables dimensiones de las mimas, su inversión de trabajo y económica, permiten pensar que estamos ante construcciones de gran categoría, que estarían vinculadas a familias de elevado nivel socioecómico dentro de la formación social fenicia occidental.
Al poco tiempo de la creación de Chorreras, entre los años 740-730 a.C., tendrá lugar la fundación de otro establecimiento colonial en la finca denominada Toscanos, un pequeño promontorio costero situado en la orilla derecha en la desembocadura del río Vélez, a sólo 7 km al oeste del valle del Algarrobo. Coincidiendo con el abandono de Las Chorreras, en los inicios del siglo VII a.C. Toscanos llegó a ocupar una superficie entre 12 y 15 has de superficie y con unos 1.000 habitantes. La colonia disponía de almacenes de mercancías y de un puerto artificial. A mediados del siglo VII a.C., en la cima del Cerro de Alarcón se erige un edificio rectangular, a modo de fortín que funcionó como punto de vigilancia y base de una pequeña guarnición. Esta obra constructiva nos advierte de unos momentos de conflictividad territorial que fueron la causa de que los pobladores de Toscanos tuvieran que adoptar medidas de protección. Hacia el 600 a.C. la colonia se fortificó con una gran muralla de varios kilómetros de longitud, poco antes de que los colonos abandonaran el lugar.
A pesar de la fama de comerciantes, lo cierto es que la economía fenicia se hallaba muy diversificada, desarrollando de forma particular la explotación de los recursos agrícolas, ganaderos y pesqueros, así como los de carácter metalúrgico, con talleres de fundición y transformación del hierro y cobre. El mar era una de las fuentes de recursos de donde extraían importantes productos y se conseguían abundantes beneficios. En los asentamientos de Toscanos y Morro, de los recursos marinos explotados intensivamente destaca la próspera industria de la púrpura, así como de la salazón y salsas de pescado, que heredaron posteriormente los romanos y que fue conocida como garum.
En el contexto de Toscanos, en la ladera oriental del Cerro del Peñón, se levanta un barrio industrial con varios hornos para la elaboración de metales como el hierro y cobre, constatado por la abundante presencia de escorias de fundición del mineral y toberas de los fuelles para la ventilación de los hornos, y recipientes empleados para tales actividades. En la zona más baja, que debió estar inmediata al mar, se llegó a documentar una zona para el tratamiento del molusco múrex, del que se obtenía el tinte de la púrpura.
También se crean centros industriales alfareros como La Pancha (Algarrobo), 1 km al de Morro de Mezquitilla y en la margen derecha del río Algarrobo, con talleres cerámicos, zonas de almacenamiento y amplias calles, que recuerdan un lugar de mercado, donde se llevarían a cabo las ventas y compras de productos, directamente entre los colonos e, incluso, con la población indígena del interior.
Yacimiento de la Pancha
Pero las necesidades del proyecto económico fenicio requerían tierras para su subsistencia y comercio. En estos momentos se erigen pequeños asentamientos agrícolas, como Casa de La Viña (Vélez - Málaga) y Los Pinares (Algarrobo), etc. La agricultura practicada era de carácter intensivo y diversificada, basada en la tríada mediterránea del cereal, la vid y el olivo. Practicaron dos tipos de cultivos: el cerealícola, que les facilitaba trigo y cebada, y el arbustivo, en los terrenos pedregosos y de secano, constituido por olivos, viñedos y palmeras datileras. La higuera y sobre todo el granado gozaron de gran aprecio, siendo árboles que se adaptaban perfectamente al terreno. Tan importante como la agricultura fue la ganadería, que jugó un papel fundamental en las comunidades fenicias, como indica la existencia en Toscanos y Morro de restos faunísticos de ovicápridos, bóvidos y, en menor medida, cerdos, perros, gallinas y animales salvajes que fueron cazados.
Durante el siglo VIII a.C. no se llegaron a realizar auténticas necrópolis, pues lo normal era la creación de una o dos tumbas en el contexto de los centros urbanos, o se distribuían por el territorio, escogiéndose lugares recónditos, escondidos, para evitar que fueran saqueadas. Pasado el tiempo, afianzadas las relaciones familiares entre fenicios e indígenas, cuando ya existían garantías para la inviolabilidad de los enterrados, se desarrollaron las auténticas necrópolis. Entre los siglo VIII y VII a.C. los enterramientos documentados son los de Lagos, Las Chorreras, Casa de la Viña y Cerro del Mar. Se caracterizan por ser simples fosas excavadas en el suelo, en las que depositan urnas cinerarias, habitualmente vasos de alabastro. Son tumbas de nobles y prominentes comerciantes, mientras que desconocemos los enterramientos de la mayor parte de la población.
Las necrópolis de Morro de Mezquitilla estuvieron situadas sobre un pequeño altozano situado en Trayamar (Algarrobo), se han localizado los enterramientos de cinco tumbas monumentales que fueron utilizadas como lugar de enterramiento entre 650 y 600 a.C. Se trata de espaciosas cámaras funerarias enterradas en el suelo, con rampa y corredor de acceso, construidas con grandes sillares rectangulares de piedra y cubiertas por una estructura o tejado de madera. Los hipogeos de Trayamar, destinados a personajes de de la alta aristocracia semita en estas tierras, fueron erigidos por arquitectos experimentados, probablemente llegados de Oriente, y estuvieron en uso durante algunas generaciones. Cada hipogeo contenía varias incineraciones e inhumaciones, acompañadas de ricos ajuares formados por vasos egipcios de alabastro, arquetas de marfil y joya de oro. La arquitectura funeraria monumental, el carácter colectivo de estos panteones, a modo de panteones familiares, y sus espectaculares ajuares confirman la presencia en estas colonias de ricos mercaderes organizados acaso en grupos o consorcios familiares.
Durante el siglo VI a.C. en Toscanos se produce una reorganización del centro, donde su almacén se deja de utilizar, lo mismo que las viviendas más próximas. Unos 200 m al norte de este centro urbano se erige una nueva necrópolis en la finca de Jardín, con mayor variedad de formas (hipogeos, fosas, cámaras, pozos, etc.), pero sobre todo son enterramientos individuales, con predominio de las inhumaciones. Esta nueva situación fue considerada por la historiografía tradicional como un "período oscuro" en el que se desarrollaría una "profunda crisis general" del modelo colonial occidental, que la mayoría de los investigadores hace coincidir con un cambio de denominación, el mundo púnico, en sustitución del fenicio, término problemático por sus connotaciones culturales y raciales. Pero los avances en el conocimiento arqueológico de los yacimientos fenicios, gracias a nuevas excavaciones sistemáticas, permiten desechar la vieja tesis de una crisis generalizada del poblamiento fenicio en la zona durante el siglo VI a.C.
Es cierto que a mediados del siglo VI a.C. se abandonan los centros industriales de La Pancha y Toscanos, aunque las razones no están claras, muy posiblemente provocada por la caída de sus mercados exteriores y la pujanza de las otras ciudades fenicias occidentales. A partir de entonces, el mundo fenicio de la Península Ibérica experimentará importantes transformaciones que afectarán no sólo a la cultura material, sino también a sus estructuras socieconómicas. Se gesta lo que se viene conociendo como mundo púnico, que se articula desde las polei o ciudades-estados, donde una serie de ciudades como Malaka, Sexi, Abdera, Baria y, especialmente, Gadir, capitalizarán el nuevo proyecto colonial, donde la última se convertirá en el principal centro político, económico y religioso del nuevo sistema púnico.
Si bien Morro de Mezquitilla continuará siendo ocupada y los habitantes de Toscanos se trasladan al otro lado de la ensenada, al Cerro del Mar, donde surgirá posteriormente la ciudad ibero-púnica de Maenoba, perpetuando el uso la necrópolis de Jardín durante los siglos V-IV a.C., esta zona ya no tendrá el esplendor y la pujanza económica que había conocido en los anteriores siglos.
Dr. Emilio Martín Córdoba
Tco. Patrimonio Histórico Artístico y Profesor de la U.N.E.D.